Se concentran la intención y la desgana,
hacedoras de descargas incesantes
de todo lo que no quiero ser,
de todo cuanto ahora soy.
Transitan los momentos sin dirección,
oscilantes, suspendidos sobre una realidad
brutalmente inverosímil.
Despierta la vida sin advertir la ausencia despreciable
del sosiego innato que por siempre reinó en mí.
Veo cambiar los rostros, los veo mutar en cientos de formas
que nunca conozco con precisión; y una y otra vez,
cambian las estrellas, tenazmente.
Soy como el lago indistinto a las estaciones.
Se desprenden de mí los mismos deseos de mi niñez
y los persigo audaz, para abrigarlos una vez más.
Soy los pétalos de la orquídea que se niegan a perder su color.
Soy el búfalo amenazante que nunca es débil en posición de batalla,
pero que arrulla a los suyos con el brillo más tierno de su corazón.
Soy el canto desesperado de una guitarra vieja.
El tiempo me corroe, pero incluso así soy mejor.
Soy una ola que no nació, solo para no hacerte daño.
Quiero llevarte conmigo,
pero permito que te alcance el tiempo
para que puedas huir.
Soy todo lo que no soy, para ser irreconocible.
Soy torpe pero dedicado.
El eclipse comienza elegante.
La verdad siempre fue mi bandera.
Escribo los destellos ineludibles
de una razón más que justa,
de un temor natural que jamás se irá.
Pero, logro andar; puedo soñar y vivir por eso,
hasta volver a sentir paciencia
y esbozar mi propio despertar.
No quiero perder mis pasos en un espacio precario,
donde la luna no arropa mis sentidos.
Quiero legar mis locuras y mis desamores.
Que me dé el tiempo, la dicha de volver la vista
y saber que nada fue en vano.
Regresarán las horas que me recuerdan
la incandescencia de tantas miradas.
Y estoy seguro de que siempre
volveré a sonreír…
Johnny Hoyer.
hacedoras de descargas incesantes
de todo lo que no quiero ser,
de todo cuanto ahora soy.
Transitan los momentos sin dirección,
oscilantes, suspendidos sobre una realidad
brutalmente inverosímil.
Despierta la vida sin advertir la ausencia despreciable
del sosiego innato que por siempre reinó en mí.
Veo cambiar los rostros, los veo mutar en cientos de formas
que nunca conozco con precisión; y una y otra vez,
cambian las estrellas, tenazmente.
Soy como el lago indistinto a las estaciones.
Se desprenden de mí los mismos deseos de mi niñez
y los persigo audaz, para abrigarlos una vez más.
Soy los pétalos de la orquídea que se niegan a perder su color.
Soy el búfalo amenazante que nunca es débil en posición de batalla,
pero que arrulla a los suyos con el brillo más tierno de su corazón.
Soy el canto desesperado de una guitarra vieja.
El tiempo me corroe, pero incluso así soy mejor.
Soy una ola que no nació, solo para no hacerte daño.
Quiero llevarte conmigo,
pero permito que te alcance el tiempo
para que puedas huir.
Soy todo lo que no soy, para ser irreconocible.
Soy torpe pero dedicado.
El eclipse comienza elegante.
La verdad siempre fue mi bandera.
Escribo los destellos ineludibles
de una razón más que justa,
de un temor natural que jamás se irá.
Pero, logro andar; puedo soñar y vivir por eso,
hasta volver a sentir paciencia
y esbozar mi propio despertar.
No quiero perder mis pasos en un espacio precario,
donde la luna no arropa mis sentidos.
Quiero legar mis locuras y mis desamores.
Que me dé el tiempo, la dicha de volver la vista
y saber que nada fue en vano.
Regresarán las horas que me recuerdan
la incandescencia de tantas miradas.
Y estoy seguro de que siempre
volveré a sonreír…
Johnny Hoyer.